PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ
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Estamos aquí reunidos para hablar del Toro de la Vega. Aunque, a decir verdad, más que del toro, del lloro de la Vega.
Pero, como todos sabemos en qué consiste tal infamia, voy a pasar de la sangrienta coreografía para centrarme en el otro actor del espectáculo. Ese espejo roto que es, el toro.
Cuando lo sueltan, lo recibe un griterío que parte el día. Al aire lo llenan los chillidos, las palabrotas, los desmanes. Y al compás de las estridentes voces, los gestos del público esculpen entusiasmo, desatando miradas que muestran relámpagos de alegría. Para el toro, el sitio pronto pinta terror. Un punzante olor a martirio lo invade. Entonces, mira en derredor, asustado, perdido, la gente se ríe, lo aturde, no entiende porqué está ahí… Cierra los ojos en vano intento de fuga. Nada. Está, solo… Solo en medio de aquel bullicio que lo va llenando de espanto.
El animal hállase en manos humanas, en poder de la crueldad humana, ¡adentro de la brutalidad humana! La eternidad del momento lo aprisiona. Las extremidades le tiemblan, siente miedo, ¡mucho miedo! Corre… Los hombres lo pinchan con sus lanzas, dejándole en el cuerpo el recorrido del dolor. Los pinchazos continúan, brota el líquido, espeso, caliente, dibujando lamparones rojos. El ácido del temor le repta por la garganta despertando arcadas y vómitos. Y otra vez a correr… A correr… A correr… Hombres y lanzas surgen por doquier. Está exhausto, dolorido, acogotado por la sed. La orina resbala patas abajo. Los minutos suben más lentos que los siglos. Las fuerzas se evaporan. El suplicio le atornilla los movimientos, le apaga la visión. No puede seguir corriendo. Una lanza, empujada por la violencia del hombre, ¡le penetra en un costado! Dobla las rodillas.
La madre tierra recibe la carne agonizante. Sufrimiento y cansancio se abrazan en un charco de sangre… De repente, la oscuridad en pleno día lo envuelve. Baja la cabeza con entonación derrotada, y nota que entra en la espesura del silencio. Transita un túnel de poblada humareda. La soledad se hace más densa, más angustiante, más agresiva…
Abre la boca para liberar el último mugido. Nada se oye. En la otra punta del túnel, lo atrapa, la muerte.
.Este asesinato se comete año tras año, en honor de la Virgen de la Peña. Una Virgen que simboliza la bondad, la ternura, el amor. Pensarán que de habérselo preguntado, ¿ella iba a aprobar semejante atrocidad?
.Voy a concluir dejando un pregunta. Alguien que participa, o se divierte, con la tortura, la humillación y la muerte de un animal inocente, ¿puede ser buena persona?
PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ
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